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Heinrich Band Heinrich Band
Astor Piazzolla Astor Piazzolla

Dígame Band, ¿cómo llegó a la idea de ampliar el acordeón de aquella época? ¡Su registro de tonos del Rin es para mí una genialidad! Ese sonido, de agudo a suave, melancólico y misterioso al mismo tiempo. Justo para mi música que expresa, sobre todo, una gran nostalgia.

¡Pero, tanta honra, querido Piazzolla! Fueron especialmente mis clientes quienes me llevaron a la idea. La burguesía adinerada, para que sepa. Por 1850 estaban totalmente obsesionados con las arias, los coros de ópera y la música para bailar. Pero con los acordeones de aquella época no se podía tocar, el alcance de los tonos era demasiado restringido. Por eso me dediqué a ampliar el registro de tonos. Déjeme agregar, no sin poca modestia: ¡solamente he perfeccionado el instrumento!

¿Conoce la historia de cómo llegó el instrumento a Argentina? Se dice que una vez un joven marinero no pudo pagar los servicios amorosos de un burdel de Buenos Aires. En lugar de pagar los servicios le dejó a la dama su bandoneón. 

¡Es una hermosa historia, en realidad! Yo, en cambio, escuché que Wilhelm Seyffardt, un habitante de mi ciudad, emigró a los Estados Unidos en el año 1855. Y le pidió a su hermano que le enviara un instrumento a su nuevo hogar. Desde allí pasó luego a Sudamérica.  

Hogar, nostalgia, esos son los conceptos con los cuales asocio su instrumento. Mi familia emigró de Mar del Plata a Nueva York cuando tenía 4 años. Sin embargo mi padre, mi querido “Nonino”, extrañaba terriblemente y escuchaba tango. ¡Siempre solo tango, tango, tango! En mi octavo cumpleaños me regalaron un bandoneón. Pero yo había pedido unos patines. Me llevó otros ocho años más hasta que finalmente descubrí el amor por el tango: De regreso en Buenos Aires fui a un concierto del grandioso compositor Elvino Vardaro y su interpretación del tango me marcó para siempre.

¡Gracias a Dios! Lo que he añorado los magníficos tiempos de mediados del siglo XIX: ¡no había conciertos, no había baile sin bandoneón! Incluso había revistas especializadas y un seguro para aquellas personas a las que les robaran su instrumento o por si se dañaba. Pero a partir de 1930 empezó una decadencia musical y la gente solo quería escuchar el acordeón a piano, tan aburrido, siempre con las mismas melodías. Pero, la marca al compás, sí que se adecuaba a la época … Menos mal que en América del Sur la gente todavía sabía apreciar la buena música y los instrumentos con registro de tonos del Rin tuvieron una gran difusión.

El tango y las exigencias son todo un tema, querido Band. Sabe, en la Argentina de mi juventud, “tanguero” era una palabra sucia, el tango era una clase de música de baile baja que se tocaba en los bares de mala muerte. Cuando empecé mis estudios de composición en París, en el año 1954, escondí mi bandoneón en el armario del hotel. Incluso, al principio, le escondí hasta a mi magnífica maestra, Nadia Boulanger, que era tanguero. ¡Así de vergonzoso era para mí! 

Con su permiso, pero ¡qué disparate! ¿Y sabía Ud. que algunas partes de mis instrumentos se producían en una penitenciaría de Sajonia? Pero eso es otra historia…

Me dice lo mismo que Madame Boulanger: ¡Hasta me llamó idiota! Finalmente le debo a esa inteligente mujer el haberme dedicado al tango. Como Ud., tampoco yo soy tan poco modesto. Quiero decir: sometí al tango a una operación estética. En 1955 murió el tango antiguo y nació el nuevo. Y yo estuve en ese nacimiento con mi Orquesta Octeto Buenos Aires. Pero esos desdichados tradicionalistas, ellos no lo comprendieron. Me odiaban. Les había robado el tango antiguo. Me amenazaron un montón de veces. Me esperaban fuera de casa y me golpearon bien golpeado. Una vez, incluso me pusieron una pistola en la cabeza. Así fue.  

Creo que con los 300 tangos que compuso y un César por la Mejor música de película pudo demostrar que esta gente no estaba bien. Debemos reconciliarnos con las historias antiguas. A mí también me afectó durante mucho tiempo que se creyera que no había sido yo quien creó el bandoneón, sino cualquier otro constructor de instrumentos en Sajonia. Sin embargo, debo decir que, como chelista, profesor de música y compositor, tampoco era un ingenuo en cuestiones de registros. Como antiguo tejedor de seda mi padre me pasó las destrezas manuales necesarias como para poder construir el prototipo del bandoneón en mi propia fábrica. 

Ud. tiene razón, amigo. Los críticos de antes, ya nadie los escucha. ¡Pero sí mi música! Una vez tuve el sueño de que en el año 2020 o incluso en el 3000 todavía se escuchara mi música. Por lo menos lo primero lo conseguí. 

Ahora yo también tengo esperanzas de que el mundo siga escuchando su música incluso en el 3000 y a mi humilde contribución. A propósito: ¿Nos vemos este año en el Festival del Bandoneón en mi ciudad, Krefeld? Ud. casi tiene su propio aeropuerto, desde que su ciudad nombró el aeropuerto local con su nombre. 

Sí, ¡amigo! Una cita obligada y siempre un placer. Y ya que lo menciona: Los habitantes de Krefeld también le dedicaron todo un grupo de esculturas en un sitio central. ¡Honor a quien le corresponde!

Nota de redacción

Este diálogo es inventado, sin embargo, está basado en datos biográficos e históricos. En el caso de Astor Piazzolla en parte se utilizaron citas originales.